jueves, 5 de abril de 2012

Primavera de microrrelatos indignados

Un misero trozo de carne.

Me encontraba en la puerta de un bar. Miraba como entraban y salía la gente. Algunos soltaban céntimos en mi sombrero. Otros escuchaban mi música y se marchaban rápidamente. En aquel momento, no quería dinero, necesitaba comida. Quería llegar a casa y darles a mis hijos algo para comer.
Un niño que salía del bar junto con sus padres, se acercó a mí.

—Señor, ¿quiere un poco de chorizo? —dijo mostrándome medio chorizo envuelto en una servilleta.
Sonreí a aquel niño. Aquella noche Juan y Alberto comerían chorizo con un poco de pan. ¡Qué felices se pondrían!

La madre le arrebató la servilleta.

—Andrés, hijo mío, ¿no ves que hoy es Viernes Santo? ¡No se puede comer carne!
—¿Por qué mamá? —preguntó el pequeño Andrés. —Ese pobre señor necesita comer, ¿qué más da que sea carne?
—Eres pequeño todavía y no lo entenderías. —El padre cogió el trozo de chorizo y lo tiró a la basura.

El niño se quedó mirándome y agachó la cabeza. Yo negué con la mía.
Al parecer era más importante no comer carne aquel día, que el que mis hijos no pudieran llevarse por tercer día consecutivo, más que un trozo de pan a la boca.


Este relato ha sido escrito para el blog: La colina naranja para la primavera de microrrelatos indignados. Microrrelatos para hacer frente a las injusticias.

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